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Bosques de macroalgas en Península Mitre: una expedición que enamora

Con el objetivo de entender cómo contribuyen los bosques marinos de Península Mitre a la mitigación del cambio climático, un equipo interdisciplinario, liderado por Cristian Lagger, realizó una expedición a sitios nunca antes explorados en el área. 

Bosques de macroalgas en Península Mitre: una expedición que enamora

TIERRA DEL FUEGO.- Con el objetivo de entender cómo contribuyen los bosques marinos de Península Mitre a la mitigación del cambio climático, un equipo interdisciplinario, liderado por Cristian Lagger, realizó una expedición a sitios nunca antes explorados en el área. 
Recién bajado del velero que lo llevó a recorrer los bosques de macroalgas que posee Península Mitre, Cristian Lagger (Investigador del CONICET, Explorador de National Geographic, director Científico de la Fundación Por el Mar) cuenta que la expedición logró todos sus objetivos, basados en aumentar el conocimiento sobre la biodiversidad marina que albergan estos espectaculares ecosistemas, además de seguir obteniendo datos sobre la densidad, extensión, cobertura y productividad de Macrocystis pyrifera.


Lagger -todavía con “mareo de tierra”, el típico malestar luego de pasar varios días embarcado- cuenta que fueron tres los pilares que motivaron la expedición: “Investigación, conservación y divulgación. Investigar la función ecosistémica de los bosques de macroalgas era uno de los objetivos, lo que incluye estudiar su diversidad y su importante rol en la mitigación del cambio climático gracias al secuestro de carbono. La idea de contestar estos interrogantes no es solo para responder a la ciencia, sino para conocer mejor el ecosistema y así darlo a conocer. Eso se relaciona con el tercer pilar: la divulgación científica. Hicimos lo que hicimos, para poder compartirlo después”.


Durante ocho días, el equipo estuvo buceando buscando muestras, pero también intentando retratar un lugar que posee una belleza muy particular: “Fuimos además a hacer un poco de arte, ya que dentro de la tripulación estaban Laura Babahekian, que es artista audiovisual subacuática, y Camila Jaber, una apneista y conservacionista mexicana (récord nacional en su país). Ellas estuvieron haciendo una intervención artística entre los bosques de kelp, para después poder mostrarle a la gente este ecosistema tan increíble, y que todos puedan empatizar con el lugar”, cuenta Lagger.


“Creo que, terminada la expedición, tenemos la misión de enamorar a la gente de la misma manera que nosotros nos enamoramos buceando. Península Mitre es un lugar que te marca una vez que lo conocés, más aún debajo del agua”, detalla Cristian. Buscando compartir este encanto, participó de la travesía un amplio grupo integrado por científicos, buzos especializados, fotógrafos, cineastas de National Geographic, Unplastify y PEM (Por el Mar). Todos en dos veleros, capitaneados por Atilio Mosca y Diego Quiroga.


Además de las imágenes áreas y las subacuáticas, algunos de los tripulantes -como Armando Vega, fotógrafo de NatGeo- se encargaron de registrar el “detrás de escena” de la expedición: “Eso ayuda a que la gente empatice con el trabajo del investigador, del biólogo. Nosotros siempre decimos que nuestra misión es desmitificar la ciencia y que se entienda que puede ser accesible, e incluso divertido. Tenemos gente tremendamente profesional que ha participado en las distintas áreas de este viaje, lo que enriquece mucho la experiencia”, expresa Lagger.


“Se han hecho muy pocas expediciones científicas a Península Mitre que incluyan buceo en invierno como en nuestro caso; aún con el agua muy fría (a cinco grados), no salíamos durante 45 minutos, hasta que se nos agotaba el aire. Haber contado con fotógrafos y camarógrafos submarinos, nos permite mostrar imágenes que hacen que todos queden muy impactados por la increíble belleza que hay debajo del agua. Una vez que la gente conoce, automáticamente toma la bandera de protección de Península Mitre”.


Aunque se trata de un ecosistema fundamental para la salud planetaria, la gran mayoría de los bosques de macroalgas -que asimilan cantidades de dióxido de carbono comparables a la de la selva amazónica- no han sido explorados o cartografiados. “Me gusta pensar los bosques submarinos como una continuación de lo que ocurre en la tierra. Al igual que los bosques terrestres, estos ecosistemas son muy importantes en la producción de oxígeno y el secuestro de dióxido de carbono, por eso su importancia, ya que ayudan a mitigar la crisis climática que vivimos en la actualidad”.


Las macroalgas que habitan las costas de Península Mitre hacen de los llamados Bosques Submarinos uno de los ecosistemas más productivos del mundo. Su deterioro impacta directamente sobre las miles de especies que dependen de él, y vaya si se están deteriorando: a nivel global, los bosques de macroalgas están desapareciendo entre dos y cuatro veces más rápido que los arrecifes de coral o, incluso, los bosques tropicales. 


Lagger, quién además de ser biólogo especialista en biodiversidad marina es buzo profesional científico, profundiza aún más en el rol fundamental de su objeto de investigación: “Como argentinos tenemos una tremenda responsabilidad y, a su vez, el privilegio de poder ser líderes en conservación, decretando finalmente a Península Mitre como un lugar protegido con impacto no solamente local, sino global. Los fueguinos tienen suerte de contar con las turberas y los bosques submarinos; creo que también hay que asumir ese compromiso de protección”.


El proyecto de ley que busca convertir a Península Mitre -uno de los últimos refugios globales para los bosques de kelp- en un área natural protegida, espera en la actualidad el próximo plenario de comisiones de la Legislatura para poder obtener dictamen y, así, ser tratado en sesión. De lograr concretarse, estaría asegurada la conservación de las 200 mil hectáreas de mar de Península Mitre, que incluyen una de las extensiones de bosques marinos más grandes de la Argentina y más prístinos del mundo. 


“El lugar es realmente espectacular. Por momentos uno se siente en una inmensa catedral donde penetra la luz -según la hora del día- que da unos reflejos increíbles. Además, las macroalgas pueden alcanzar unos 30 metros y nosotros estábamos sumergidos a diez o quince, lo que implica que más de diez metros están sobre la superficie: visto con el drone desde arriba es como ver el bosque amazónico, increíblemente grande. Una locura. Y, al igual que en la tierra, son muchas las especies asociadas a este bosque”.


Cristian confiesa que, a horas de haber regresado, ya se encuentra pensando en la próxima expedición: “Esta expedición deja la vara muy alta, pero la idea es seguir investigando. Tenemos un compromiso real y ganas de regresar para seguir contestando interrogantes que todavía no tienen respuesta y, también, para formular nuevas preguntas; ese es también nuestro desafío como científicos. Estamos muy deseosos de volver para poder brindar más herramientas que ayuden a proteger a Península Mitre”.

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