Logo Del Fuego Noticias

Fabio Seleme
Licenciado - Docente de la UTN y la UNPA

Sec. de Cultura y Extensión Universitaria de la Facultad Regional Tierra del Fuego de la UTN.


EDITORIAL
El inconsciente de la casa

16/03/2023. La relación del yo con el recinto arquitectónico ha sido motivo de reflexión profunda por parte de destacados intelectuales como Jean Baudrillard y grandes arquitectos como Hiromi Fujii, entre otros.

El inconsciente de la casa

Escandalosamente lejos de esa profundidad, pero en ese marco, en que es pertinente interrogarse sobre las fuentes psicológicas de las decisiones arquitectónicas individuales y donde algunos se atreven a hablar del "inconsciente de la casa", encontré para mí una relación insana entre la precariedad de mis elecciones habitacionales y mi lectura deficiente de los cuentos infantiles.   

Mi primer hogar en Río Grande fue una de las típicas casillas fueguinas a dos aguas sobre trineo con habitación en la buhardilla. Ya de entrada una contradicción en los términos, en tanto se trataba de un inmueble mueble. Después construí una casa de madera de dos plantas (algo inhabitual ya para aquel entonces en Río Grande) y la casilla se marchó al otro lado de la ciudad cruzando el puente.

En principio es cierto que la elección de la madera como material constructivo en ambos casos puede tener el significado de arropar el habitar con un objeto orgánico, de habla esporádica y crujiente, que remite al bosque como refugio y cobijo lleno de duendes. Pero indiscutiblemente, en un sentido menos poético y más práctico, también conlleva en origen una escucha distraída o directamente impedida del clásico "Los tres cerditos". Algo más que evidente cuando sopla el viento patagónico y se sacude la casa entera como un árbol, volándose tablas y chapas con destino incierto. La alusión del soplido del lobo del relato no puede ser más obvia aquí en esos días de viento de más de 90 o 100 kilómetros por hora en que me recrimino haber sido refractario al mensaje de ese cuento, que si bien parece redactado por el lobby del ladrillo y el cemento, encierra una verdad que merece ser tenida en cuenta. Me lo reprocho con gravedad porque mis hermanos mayores identificados, como corresponde, con el tercer cerdito, tienen casa de ladrillo, pero viven muy lejos como para asilarme de urgencia.

La referencia a la casilla sobre trineo, por su lado, es más oscura y recóndita. Para empezar, digamos que vivir en una casilla en Río Grande está lejos de poder decodificarse sencillamente como un nomadismo postmoderno de motorhome. Hay, sin embargo, una referencia recurrente en la literatura infantil que con el tiempo me afloró a la conciencia para iluminar lo que subyacía a la elección de habitar una casa de madera, modesta y rústica que se traslada de un lado al otro. Esas características son justamente las que describen a la isba o cabaña de Baba Yagá. Aunque el nombre no resulte tan popular entre nosotros, Baba Yagá es la bruja icónica del folklore eslavo, y particularmente ruso, que vive en el bosque y a partir de la cual se han replicado bajo todas las formas posibles la multitud de brujas que habitan los bosques de todos los cuentos infantiles que conocemos. 

La casa de Baba Yagá, es un ser animado, que además de observar y hablar está asentada sobre patas de pollo para trasladarse de un lado al otro del bosque, rodeada de un cerco con calaveras de niños, su principal alimento. Así aparece dibujada en muchos cuentos que leíamos en la infancia.

En todos los relatos, la casa de la bruja que se mueve por el bosque es el lugar prohibido y a evitar, lo que califica a mi inclinación por una casilla sobre trineo como una insospechada manifestación de mi pulsión de muerte. Es ese ciego impulso de retorno a lo inanimado el que parece haberme guiado a vivir en una casa casi viva también, bastante habladora y rechinadora, andante a fuerza de pala mecánica, hechizada, que misteriosamente sacaba de servicio el termotanque a la hora precisa del baño, que sigilosamente supo principiar un incendio y otra vez inundó todo haciéndose explotar sus propias cañerías uno de los inviernos más fríos. 

Pero como la pulsión de muerte nunca trabaja aislada, creo que también actuó de manera solapada el dato que indica que siempre termina entrando a la cabaña de Baba Yagá, por una u otra razón y a pesar de estar advertida, la bella Vascilisa. Y así pasó por suerte también en este caso cuando la conocí a ella.