RÍO GRANDE

SIN RESULTADOS

Se cumplieron 10 años desde la desaparición de Sofía Herrera

Este viernes a las 18:00 familiares de Sofía Herrera llevaron adelante una nueva concentración en la intersección de las avenidas San Martín y Belgrano de Río Grande. Del evento participó un puñado de vecinos, quienes acompañaron a los padres en el reclamo permanente por la aparición de la nena riograndense.

Manifestación de padres y vecinos en la esquina de Av. San Martín y Belgrano de Río Grande. (Foto: Natalia Gracianía)
Manifestación de padres y vecinos en la esquina de Av. San Martín y Belgrano de Río Grande. (Foto: Natalia Gracianía)

RIO GRANDE.- Al cumplirse una década desde la desaparición de Sofía Herrera, sus padres, María Elena Delgado y Fabián Herrera encabezaron una nueva manifestación en la intersección de las avenidas San Martín y Belgrano de esta ciudad.
De la convocatorio participaron vecinos y amigos de la familia quienes acompañaron el pedido desesperado de mantener viva la búsqueda de la nena riograndense.
En el lugar, la mamá, señaló que mantiene la esperanza de encontrar a su hija con vida y pidió a las autoridades no dejar de buscar a la nena. “No me gustaría pasar otro septiembre sin mi hija” señaló en el acto de este viernes.
En la actualidad, el caso está a cargo del juez Daniel Césari Hernández quien en las últimas horas ordenó nuevas medidas que incluyen el testimonio de personas que ya declararon en el expediente, y de otras que nunca fueron citadas, y que el objetivo es buscar indicios que pudiesen haberse “omitido o pasado desapercibidos”.
Con relación a las nuevas indagatorias a personas que ya declararon explicó que luego de años, “el cerebro humano va cambiando su forma de procesar las ideas” y “el alejamiento efectivo del evento produce que las emociones se vayan modificando y quizá nos permitan obtener testimonios de formas que no fueron obtenidos en su momento”.
Además, señaló que se evalúa enviar muestras de ADN de Sofía a distintos organismos nacionales de derechos humanos para facilitar las tareas de verificación de identidad. Es que, según el juez, sólo en el último año se debieron constatar 19 denuncias personales o anónimas que aseguraban haber visto a una niña parecida a Sofía en diferentes puntos del país.

La crónica

Esa mañana de domingo, María Elena, Fabián y Sofía pasaron por un supermercados La Anónima para comprar carne. Antes de tomar la ruta 3 al sur, pararon en una YPF para cargar agua para el mate. Allí, se encontraron con sus amigos Noemí “Paloma” Ramírez y Silvio Giménez, que estaban con sus dos sus hijos de por entonces 9 y 2 años, y el hermano menor de Noemí, de 6 años. Decidieron todos juntos partir hacia el lugar en los dos autos. Llegaron al camping y tras pagar 15 pesos al cuidador del predio, se estacionaron cerca de un alambrado pegado a la ruta 3.
“Apenas llegamos y habrán pasado 10 minutos cuando Sofi despareció” contó en muchas oportunidades María Elena. “Nosotros ni alcanzamos a bajar nada de los autos. Quedó ahí la carne, el equipo de mate”, recordó. Por su parte, Fabián y el amigo, buscaban un lugar donde hacer el asado.
Cuando los hombres bajaron de los autos, tanto Sofía como los otros niños de la pareja que los acompañó en otro vehículos, los siguieron. Esa fue la última vez que se la vio a Sofía.
“Cuando bajan, Silvio y Fabián se van con los nenes. Iban a buscar un lugar para ver si preparábamos el asado porque, donde nos estacionamos había una chapa y nada más. Se van caminando. Los chicos iban un poco más atrás, los hombres un poco más adelante. Llegan hasta un lugar y después se vuelven. Ahí Fabián ya no ve a Sofi, pero él creyendo que se había vuelto al auto donde estaba yo. Comenzamos a llamarla rapidísimo”, recordó María Elena. 

El comienzo de la búsqueda 

Para la tarde ya eran cientos las personas en el lugar que se sumaron al rastrillaje de la Policía y los bomberos. Los días posteriores la noticia llegó a los diarios nacionales y durante los meses siguientes se realizaron operativos con apoyo del aeroclub y aviones de la Armada, la División Servicios Especiales de la Policía de Ushuaia y de Río Grande, la Brigada Rural de Río Grande y Tolhuin, una localidad cercana, y el COP de región.
Con el tiempo se sumarían el FBI, Prefectura, Gendarmería, la Federal, la Policía de Investigaciones de Chile, y hasta el Equipo Argentino de Antropología Forense, entre otros tantos cuerpos de seguridad y organizaciones. Equipos de buzos profesionales se sumergieron en los arroyos que están a los costados de la ruta, y en los rastrillajes se utilizaron perros, vehículos 4×4, caballos y helicópteros. No se encontró ningún rastro de Sofía.
A los pocos días, Río Grande se vio empapelada con la imagen de la nena, los canales de TV locales mantuvieron en un extremo de la pantalla una foto con su cara y cientos de vecinos se volcaron el camping para ayudar. Muchos hasta salieron a patrullar puerta a puerta en guardias civiles. En la ciudad, comparaban el caso con Madeleine McCann, la pequeña que en 2007 desapareció de un hotel en Portugal y jamás fue encontrada.
Por esas semanas, se realizaron marchas simultáneas en las principales ciudades de la provincia; la por entonces gobernadora Fabiana Ríos dispuso una recompensa de $30 mil, que a los pocos días ascendió $160 mil; los senadores en el Congreso colgaron en sus bancas la imagen de la pequeña como muestra de apoyo; y María Elena fue recibida por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el vicepresidente Julio Cobos y el ministro de Justicia Aníbal Fernández.

Sin pistas

La versión del rapto fue durante los primeros días la que sonó con mayor fuerza. “Los chiquitos fueron los últimos en verla, uno de ellos le comentó a mi señora que la nena se fue caminando al alambre y que había un señor en el lugar, pero eso todavía no lo sabemos bien”, contó en una de sus primeras declaraciones a los medios el padre de Sofía. Aseguraba que en la zona había visto dos automóviles estacionados en la banquina, cerca del acceso al camping y "con las balizas encendidas". 
Sus dichos se sumaban a las declaraciones testimoniales del hermano de Noemí “Paloma” Ramírez, de seis años. El nene contó ante la Justicia que esa mañana Sofía se apartó del grupo y que un hombre la había alzado tapándole la boca y se la había llevado. Describió a un sujeto de entre 50 y 55 años, con cabellos largos y negros y ojos marrones, que se encontraba junto a un auto Volkswagen Gol gris oscuro, en cuyo interior había un perro raza bóxer de pecho blanco.
En ese marco, los primeros sospechosos fueron un grupo de personas que estuvieron acampando a pocos kilómetros del camping John Goodall. Según trascendió, manejaban tres autos, entre ellos un Clio color gris y un Chevette. El rostro de uno de ellos habría coincidido un 65% con el identikit armado por los investigadores y tenía un boxer marrón con el pecho blanco, de acuerdo a los medios de la época. No obstante, esa línea de investigación fue descartada y poco después un grupo de psicólogos también desestimó los dichos del chico sobre la aparición de un hombre en el lugar.

El único procesado

Las primeras versiones también apuntaban contra el matrimonio amigo de la familia como posibles entregadores o hasta un presunto ajuste de cuentas contra el padre de Sofía por una deuda. Pero sin datos concretos esas líneas de investigación fueron rápidamente desechadas.
En septiembre de 2009, la causa dio un vuelco cuando Alberto Urrutia, el cuidador del John Goodall, fue procesado como presunto autor del delito de “sustracción de menores”. El hombre era un jubilado de 73 años quien, al momento de la desaparición de la niña, vivía en una pequeña casilla dentro del predio. No obstante, tras pasar un año detenido, en abril de 2010 fue sobreseído y desvinculado de la causa. Pese a las numerosas pericias realizadas, los investigadores no encontraron ni una sola prueba en su contra.
“Me va a quedar la duda siempre. Yo no sé si el hombre vio algo o estaba con alguien dentro de su casa. Él vendía ahí gaseosas, cervezas. Yo no sé si en ese momento pudo haber venido alguien a comprar y justo se llevó a Sofi”, detalló María Elena.

Una década después

En los años siguientes las líneas de investigación incluyeron que la niña podría haber sido cazada por un cóndor o perros salvajes; que se hubiera caído al mar o que hubiera sido secuestrada para tráfico de órganos. 
En 2017 un vidente aseguró que la pequeña estaba enterrada en el fondo de la casa de los Herrera en Río Grande. Los padres autorizaron a que se cave un pozo en el fondo de la propiedad para desmentir los dichos.
Durante una década, su familia la buscó en 21 provincias y a lo largo y ancho de la región. Todavía la busca. 
También, te queda la duda: ¿si no vas y se trata de Sofí?”, cuenta María Elena. Los Herrera siguen en Río Grande. Viven junto a su otra hija, Giuliana, en la misma casa en la que habitaban durante el momento de la desaparición. La pieza de la nena sigue intacta y sus padres continúan chequeando cada una de las fotos que les llegan por las redes con chicas que se parecen a Sofía, quien hoy tendría 13 años. “Yo creo que a mi hija alguien se la llevó del lugar”, sigue sosteniendo la mamá.
La última imagen que se realizó en 2017 con los rasgos actualizados de la niña es lo único que hoy les queda para encontrarla.

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