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Charlie Hebdo reivindica su derecho a la burla

En un número especial, la revista satírica evoca el atentado terrorista del 7 de enero en el que murieron 12 personas.

Un año después, Charlie Hebdo reivindica su derecho a la burla.
Un año después, Charlie Hebdo reivindica su derecho a la burla.
ue un inmenso poeta francés, Charles Baudelaire, quien escribió con excepcional intuición: "Dios es el único ser que para reinar no necesita ni siquiera existir". Un Dios con las manos manchadas de sangre y una Kalashnikov sobre su espalda no existe. Pero reina entre los fanáticos.La disyuntiva contemporánea es tal vez "¿Dios mata?" O "¿Dios ha muerto?"

El atroz atentado contra Charlie Hebdo, el 7 de enero pasado, fue una exhibición de locura teológica, que volvió a repetirse el último noviembre en París con el tiroteo al teatro Bataclan y a restaurantes y bares de una capital que construyó su historia moderna asociada al laicismo de la Revolución del 1789.

Todos los días, miembros del ISIS y otros dementes riegan de sangre además Oriente Medio, castigando en el nombre de Dios como han hecho esta semana con un adolescente de 15 años al que "acusaron" de homosexual. La prueba para ejecutarlo fue que el "culpable" había sido violado por un jerarca de la organización. Lo mataron por ser violado.

A los satíricos dibujantes y periodistas de Charlie Hebdo los mataron por reírse del intento de violación simbólica masiva perpetrado por los flageladores soldados yihadistas que pretenden someter a todos los que no obedecen el mandato supuestamente divino de obedecerlos a ellos en su locura.

El de Charlie Hebdo fue un atentado contra la risa y la inteligencia. La publicación soporta en pie sin embargo pese a la muerte.

Con sarcasmo profundo, con un dibujo de tapa que ilustra a un Dios armado con un fusil, la revista publica ahora su número aniversario proponiendo una burla frente a la mística medieval de los inquisidores que han renacido con esta Guerra Santa contra todo lo que no conciben como sagrado los sicarios de Dios.

La devoción a la muerte encubre otras dimensiones menos coránicas y más seculares: los asesinos buscan encontrar un sentido a sus vidas. Es simple y monstruosamente una drama burgués: la búsqueda de la realización personal y el espejismo de que matar inocentes es el camino para el reencuentro de esos loquitos letales con su propio destino supuestamente consagrado.

En Europa, reclutan frustrados. En Oriente Medio, el ISIS se sostiene por otras razones no tan sólo psíquicas. El terrorismo teológico es una fuente de financiamiento extraordinaria, trafican petróleo y cualquier cosa. Buscan dinero y buscan poder.

Para el Islam, Dios no tiene representación gráfica. Es un pecado dibujarlo.Pero hay otra cuestión que se denomina libertad. Cada uno es libre de dibujar lo que quiera.

La tapa aniversario de Charlie Hebdo va más lejos. No sólo transgrede la prohibición de dibujar a Alá, sino que reinvidica el laicismo representando a Dios como un sujeto que goza con la sangre que él mismo derramar.

Tal vez sea al revés. Son los asesinos los que usurpan el nombre de Alá, los que lo dibujan como un Demonio y los que colocan a este Dios demoníaco a su solo servicio, que es el de la muerte violenta.

Los dibujantes de Charlie, al contrario, borran con sus trazos al Dios de los Sicarios reflejando la falsedad de esa intolerancia. Charlie, dibujando a Dios con las manos en sangre, deschava y y a la vez desdibuja al Demonio de los Yihadistas.

Ha pasado un año de llanto por los muertos en París y de sonrisas activamente lúcidas para frenar al terror.

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