Arturo, el último oso polar del país que hace dos años fue bautizado como el “animal más triste del mundo”, murió en el zoológico. El ejemplar de 31 años murió muy lejos de su hábitat natural y en medio de una gran polémica por su encierro y por el deplorable estado del parque, su casa desde 1993 cuando lo trajeron de Búfalo, en Estados Unidos.
“Falleció por un desbalance hemodinámico, lo que desencadenó en una descompensación multisistémica”, fue la explicación técnica del gobierno mendocino. A través de un comunicado, las autoridades indicaron que Arturo presentaba un cuadro clínico terminal debido a su avanzada edad y que desde hacía varios días había entrado “en un proceso de descompensación y deterioro marcado irreversible”.
Arturo llegó a Mendoza en 1993 cuando tenía 8 años, pero fue casi dos décadas después cuando comenzaron a multiplicarse las noticias y la preocupación por su estado de salud. El 1° de mayo de 2012 perdió a su única compañera, la osa polar Pelusa, que había venido a acompañarlo desde Alemania. Desde ese momento no tuvo contacto con otros animales de su especie e ingresó en una depresión profunda. Tras la muerte de Winner, el único oso polar del Zoológico de Buenos Aires que falleció en la Navidad de 2012, Arturo se convirtió en el último ejemplar de su especie en la Argentina.